Hechos 4, 8-12 | 1 Juan 3, 1-2 | Juan 10, 11-18
En tiempos y lugares donde ha predominado el campo (la agricultura), como en tiempos de Jesús, la figura del rebaño y del pastor era familiar y decía mucho. Es normal, por ello, que Jesús (aunque hijo de carpintero) conociese ese ambiente y lo viviese con naturalidad en el trato con sus conciudadanos. Hablar de ovejas, lobos, asalariados, redil, etc. era normal. Podían entenderle. Seguramente mejor que en nuestros tiempos. Y por ser “fieles” a las palabras de Jesús, seguimos manteniéndolas. Merece la pena hacer este esfuerzo por entenderlas y hasta hacerlas familiares.
El buen pastor
Al presentarse Jesús a la gente no lo hizo diciendo: “soy el hijo del carpintero”. Prefirió decir: “yo soy el buen pastor”. No dijo: “yo soy pastor”. Se atrevió a decir: “el buen pastor”. Muchas veces presumimos de dirigencias de cualquier tipo. Otras veces, sin embargo, la palabra “atrevimiento” es buena para expresar realidades muy importantes. Y esta lo es. Jesús se atrevió a presentarse con estas palabras: “Yo soy el buen pastor”.
“El buen pastor da su vida por las ovejas”
Siempre el buen pastor. No cualquier pastor, por ejemplo el “asalariado”. El buen pastor está revestido de colores varios sobre una actitud de entrega: atiende, observa, reprende, comprende, acompaña, disimula, defiende, se juega la vida. El buen pastor observa más que las ovejas, entretenidas en comer del pasto, ignorante de perros y “lobos” que la están observando de lejos y esperan el momento propicio para comerla. La oveja es un poco ingenua y es preciso tener al lado un “buen” pastor.
Una difícil entrega
También al buen pastor le acechan los lobos. Estos saben, o intuyen, que allí está la puerta que da entrada al redil. Los pastores no tienen fama de ser gente activa. Pero es probable que se les ignore los difíciles momentos de su pastoreo. El “animalismo” carece de experiencia muchas veces, poniendo en aprieto a “ovejas” y a pastores. Los pastores, los buenos pastores tienen tarea de campo deseado y peligroso a la vez. Y pastorean con una continuidad envidiable y ejemplar.
Vocación al pastoreo
Por nuestros lenguajes (no siempre los mejores) hacemos un trasvase del pastoreo de Jesús al pastoreo de los sacerdotes. Los sacerdotes serían los pastores de la comunidad cristiana. Quizá no sea la mejor expresión. En cualquier caso, se podría decir: también los sacerdotes son seguidores del buen pastor, aunque no solo ellos. El Nuevo Testamento no llama pastores a los Apóstoles. Pero Jesús los miraba, sin duda, como seguidores cercanos de su pastoreo.
La oración por estas “vocaciones” tiene todo su sentido y dedicarles un día al año mantiene despierto tanto al pastor como a las ovejas del redil de Jesús. Oremos por ellos.
Para la semana: Voy a tener una oración por los “pastores” que me pastorean en la parroquia.